lunes, 5 de octubre de 2009

EL TRAGAS



Era de madrugada, la ciudad estaba envuelta bajo un caluroso vaho que despertaba los olores de las alcantarillas y abría los poros de la piel haciéndolos segregar abundante sudor.

En un cuartillo mal oliente y de paredes sucias dormía un hombre al que se le conocía por el apodo de "el tragas". El tragas era víctima constante de las resecas y pesadillas, así que, hasta cierto punto; ya estaba acostumbrado a ellas, sin embargo nunca estuvo preparado para afrontar a la peor de todas sus pesadillas, y lo horrible no fue el contenido de ésta, sino el nivel tan alto de realidad que alcanzó.

He aquí su pesadilla:

un tumulto de personas desnudas se desplazaban como cuatrupedos sobre el caliente pavimento dejando un rastro de sangre, aquellos desgraciados eran victimas de un par de zanqueros que los conducían hacia un barranco azotándolos arbitrariamente. Él miraba todo aquello oculto tras unos matorrales pero uno de los verdugos al descubrirlo lo golpeaba hasta dejarlo casi inconsciente, luego; el otro le flameaba la cara y le obligaba a beber gasolina hasta que...

...Por fin pudo despertar.

una bocanada de aire se le escapó, y emergiendo de aquel mundo con impulso; se incorporó, la saliva le supo amarga, abundante sudor se deslizaba por su rostro y al limpiarlo con sus temblorosas manos; un escalofriante temblor le recorrió todo el cuerpo al sentir la piel chamuscada.

Se levantó de la cama torpemente, encendió la luz y buscó entre marañas de objetos un espejo. Al mirarse se repitió que todo era un sueño, pero lo cierto era que su rostro sí tenía pequeñas quemaduras y nadie le creería.

Éste hombre no tenía familia pero sí un amigo, el cual; vivía en la misma vecindad que él, apenas había concebido el sueño cuando alguien tocó desesperadamente a su puerta, se levantó y abrió enfadado pero, cuando escuchó aquella narración de los zanqueros diabólico y el argumento de las quemaduras; no pudo hacer otra cosa más que reír. Por un momento el tragas se desconcertó ante aquella reacción, pero luego; también estalló en carcajadas, así ambos rieron dándose palmadas en la espalda y con estrépito hasta abrazarse el abdomen de dolor, luego se despidieron sin darse explicaciones y cada cual regresó a su cochitril.


El tragas fue directo a abrir una mochila vieja, sacó un frasco marrón y se tomó la última pastilla que le quedaba. Hacía rendir el medicamento lo doble disminuyendo la dosis o tomándola cada tercer día pues su precio le resultaba muy elevado. Esas pastillas tenían una semana allí, las estaba guardando para cuando su estado empeorara y fueran más necesarias. Aquella noche no pudo dormir, sólo pensaba en lo rapido que su enfermedad avanzaba y en su incapacidad económica para controlarla.
Al día siguiente el tragas salió a trabajar justo a las 6pm, pero aquella vez se detuvo a reflexionar un buen rato en la esquina de su trabajo. El futuro le asustaba, sabía que cuando la amnesia consumiera por completo su identidad; terminaría como un loco indigente y no quería llegar a esos extremos, entonces, la muerte le resultó más tentadora que nunca, así el dilema surgió en su cabeza, debía darse muerte o ganarse la vida, al fin tomó una decisión y se plantó en medio de la carretera, tomó un trago de gasolina y arrojó una gran bocanada de fuego...


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1 comentario:

Anónimo dijo...

¿La pesadilla era en realidad su vida diaria? ¿Ya comenzaba a hacer estragos en él la amnesia? Me gustó, algunas veces me he preguntado como los pordioseros llegan a ese tipo de vida, si alguna vez fueron personas "normales" o cual es su origen...