lunes, 20 de diciembre de 2010

SUEÑO 17/dic/10



Ayer soñé que vivía en el norte del norte de un gran país, en una región abundante en dunas de arena junto con un sabio y una joven que, supongo era mi hermana a juzgar por la fuerte conexión interna que sentía hacia ella. El ambiente desolado de aquel lugar me resultaba algo hostil pero nada que no fuera tolerable, sus pocos habitantes desconocían la palabra "piedra" y el sabio les enseño no sólo la palabra sino también su forma y sus funcionalidad para hacer hoyos profundos y exactos en las dunas.
un día el sabio me comunicó que tenía que abandonar la región junto con mi hermana para emprender un viaje rumbo a una lejana isla que, según sus instrucciones y el antiguo mapa; se encontraba en otro continente hacia el norte, al ver la distancia y el barco de engranes oxidados y madera podrida en el que iríamos; supe que pasarían muchos meses para llegar ahí... sentí incertidumbre y un gran temor que nunca exteriorice, procuraba no infundir otra cosa más que seguridad a mi hermana. Yo era una guerrera, por eso el sabio me enviaba, él sabia que yo podría controlar lo que estaba a punto de desatarse en aquel lejano lugar....

viernes, 10 de diciembre de 2010

LEO

Leo. Así debe llamarse porque afuera de su pequeño local de puertita amarilla y fachada rojo indio, hay un anuncio que dice: cortes leo.

Hoy abrí el internet menos tarde de lo normal y mientras aventaba a la calle los restantes de polvo de un simulacro de aseo; lo vi barrer muy “injundioso” su banqueta, ya le había visto hacer lo mismo antes pero, esta vez; quizá por mi estado de ánimo me centre en él…

De pronto la campana de la basura me hiso correr al baño y sacar las bolsas acumuladas por mi ensimismamiento en la red. Otorgarle los sentidos a una maquina o dejar que ella se vuelva una extensión de ellos es algo no deja de sorprenderme, casi nunca escucho aquella campana.

Los hombres que van levantando la basura son tipos grotescos en muchos sentidos, cosa que se hace más evidente cuando Leo se acerca al recolector con la camisa fajada a su delgada cintura y su pantalón libre de arrugas que desemboca sobre unos viejos pero bien boleados zapatos de vestir, sosteniendo; en cada una de sus blancas y cuidadas manos una bolsa. Los tipos de la basura le miran extrañados mientras arroja las bolsas al contenedor del camión y al fin, alguien escupe un insulto. Leo da vuelta rumbo a la estética, su rostro se devela ante mí como algo asombroso aunque sólo es un hombre de nariz fina, maquillaje y brillo de labios. Entonces es inevitable pasar frente a su local sin asomarme, lo miro viéndose al espejo ajustando algunos detalles de su cara con el meñique. En la estética hay poca luz aun y cuando hay dos grandes espejos que la intensifican, las paredes están bordeadas por un sillón y unas cuantas sillas, al fondo; hay algunas camisas colgadas sobre algo similar a un closet portátil y, coronando el centro como una cereza; una mesita roja. No sé, pero al observar aquella escena pensé en dos cosas: soledad y aceptación, y mientras cruzaba la calle rumbo al inter crecía mi admiración por Leo, que tiene las agallas para tomar la vida por un ángulo irregular, y hay va, recorriéndola a diario con su fina nariz en alto, quizá solo, quizá no, pero con su mayúscula aceptación se posee a si mismo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

comienza la desintoxicación

La noche de ayer comencé un proceso más de desintoxicación: Llegué a casa con las piernas entumidas, abrí la puerta; no había nadie, el frío entró junto conmigo o debió haberse adherido a mí porque no se fue ni aún después de acurrucarme en la cama.
Unos días atrás, por accidente; rompí un espejo, conservé el pedazo más grande y lo acomodé recargado a la pared en un estante, justo a la altura de mi rostro pero… mejor habría sido deshacerme por completo de él como me lo sugirió la suerte al hacerlo trizas, porque cuando encendí la luz y me vi reflejado sentí en mi fuero interno un odio inmenso que estaba a punto de salir disparado, apreté los dientes intentando sofocarlo, la sangre me inflamó la cabeza y botó algunas venas, los rojizos ojos se expandían dentro su órbita y toda aquella presión; retumbaba en mis oídos como el lamento grave de alguna bestia. Jamás me había visto tan feo y repulsivo, y aunque yo mismo me pedí compasión; cerré los puños para golpear mi cuerpo, luego corté mi cabello lo más corto que pude y dejé que el peso de ésta vida me oprimiera, en ese momento yo sólo era polvo turbado por el viento.