sábado, 12 de septiembre de 2015

La manera en que la vida nos responde puede llegar a ser tan poética.


SUEÑO

9 enero 2012
Me encontraba en una especie de campamento, tenía la impresión de amar a un hombre del cual curiosamente no recordaba nada, intentaba reconocer su rostro en los hombres que miraba dentro de la enorme tienda, forzaba mi cerebro para que me trajera de vuelta su nombre, su imagen... pero sólo quedaba en mí la cálida sensación haberle tenido muy cerca, con su cabeza sobre mi pecho escuchando mis latidos, era una sensación tan fresca, como si su ausencia estuviera marcada por segundos.  De pronto se presenta ante mí un tipo muy tranquilo, lento incluso, y me propone matrimonio extendiéndome una argolla (idéntica a las que uso pero de un tamaño incluso menor a la más pequeña de ellas), y después de mirar casi desesperadamente a mi alrededor buscando al hombre del que aún conservaba su calor y no encontrarlo; dije casi titubeando  "sí".  Salí a colgar los presentes que representaban el matrimonio  en un tendedero con un pinza de madera, recuerdo estarlos contemplando con tristeza y melancolía: era un elefante pequeño que contenía la argolla pendiendo bajo sus patas, aquello era hermoso aunque no me fuera entrañable. 
Me vi luego dentro la tienda con el prometido. El tren se escuchó muy cerca y  dejando a un lado su conversación me dijo un tanto emocionado que el tren llegaría pronto y debíamos filmarlo, él sacó una cámara pequeña  (parecía más bien fotográfica) y como  la idea de filmar me entusiasmó me apresure a sacar la mía, pero sólo alcance a grabar unos cuantos segundos del último vagón. Me resultó extraño, decepcionante, que el tren fuera tan corto.

Sábado 12/10/2015
¡Que sorpresa encontrar entre los borradores de mi blog este sueño!
jajaja ahora entiendo todo, esto fue casi una premonición. Por otra parte es curioso como las épocas se mezclan de esa manera tan armoniosa en un sueño.
¡Que hermoso! ahora entiendo porque no lo publicaste en aquel entonces Ruth.
Recuerdo esa sensación, ya recuerdo este sueño...
Sin duda esto es una señal muy clara. No pudo haber existido un mejor día ni mejor momento para encontrarme con este mensaje.




miércoles, 29 de mayo de 2013

Las historias volvieron.

Las historia volvieron.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Las historias se fueron.

Las historias se fueron.

miércoles, 27 de julio de 2011

Escenas de la Vida Bohemia


Tener un viejo libro en las manos, habrá de animar la curiosidad de quienes gustamos de la reflexión y el misterio, pues en cuanto levantemos la pasta nos saltarán un montón de pregunta ¿de qué año es? ¿qué habrá sido de su antiguo dueño? ¿cómo fue a parar a las filas de libros usados de aquella librería? ¿cuantas veces habrá sido leído? ¿por cuantas manos habrá pasado?

Planteadas estas interrogantes, estaremos presenciando después de un largo estado de hibernación, el despertar de aquel libro y, dependiendo del tiempo que se hayan fermentado los años entre sus hojas; exhalara el murmullo o el grito de un aroma a sabiduría, aroma que nos incitará a imaginar casas, situaciones, libreros, aires, perros y personas que han girado en torno a él. (1)
Es asombrosa la capacidad que tiene un libro anciano para hacernos viajar ¡aún antes de leerlo!

Todo eso fue lo que me sucedió la mañana del 22 de julio cuando mi novio puso en mis manos "Escenas de la vida bohemia" de Henry Murger, y, aunque su pasta no es original cuenta con algo mucho más valioso: la firma de un antiguo propietario que data del VII-VI-MCMXLIX (7 de Junio de 1949) Pero al parecer el libro se imprimió en el año de 1920 (dato facilitado por "Libros Lenzy" La Plata Argentina) por la Casa Editorial Garnier Hermanos.


Años han pasado desde que desee leer aquellas escenas bohemias, pero no lo hice; pues conseguir este libro en México no es nada sencillo, de hecho, con base en la experiencia podemos decir NO SE CONSIGUE EN MÉXICO. Mi chico lo fue encontrando en una tienda de libros antiguos en Argentina, claro, despues de remover un poco de cielo por allá y mucha tierra Azteca aquí. Así que, después de un largo viaje y largos días de espera llega al final Henry Murger y lo recibo con honor.


Durante las tardes lluviosas que le presidieron, dentro de un espacio intimo y aromatizado por incienso, sentada sobre un viejo pero confortable sillón marrón y con un excelente compañero que, por su parte escribía nuestras aventuras, así, formando parte de esta escena perfecta; comencé a andar el mundo de 4 jóvenes artistas del siglo XIX, bohemios a fuerza más que por elección, que habrán de destacar a costa de mucho esfuerzo o desaparecer sin dejar rastro en la historia del Arte.

H. Murger concluye con lo siguiente su prefacio refiriéndose a la vida de los artistas bohemios:

Vida de paciencia y de bravura, en la que no se puede luchar sino revestido el pecho con fuerte coraza de indiferencia, a prueba de mentecatos y envidiosos; vida en la que, para no tropezar, es necesario apoyarse constantemente el el báculo del amor propio, en el orgullo del propio valimiento; vida encantadora y vida terrible, que tiene sus triunfadores y sus mártires y en la que nadie debe entrar como no sea resignándose de antemano a sufrir la implacable ley del vae victus. (2)


1) extracto de un comentario de Aarón el día que me obsequió el libro
2) es una expresión en latín que significa «¡Ay, de los vencidos!»

jueves, 23 de junio de 2011

La tarde se deslizaba por las calles y los patios con una densa somnolencia, me pareció como si el tiempo se hubiese derritió y estirado, el zumbido de las moscas me molestaba, aquel sonido habría ejercido la presión justa para reventarme los nervios, pero no fue así. Subí a la azotea, mi piel; joven aún, se calentaba junto con la chatarra olvidada… oxidada. En el cielo pendían estáticas nubes secas, no había viento, ni ideas… ni nada…

sábado, 19 de febrero de 2011

LOS MISERABLES DE LA CALLE 5 DE FEBRERO


Antes de comenzar, quisiera advertir que lo que a continuación voy a narrar no es ficción, no es, producto de un alucine, sin embargo; tampoco busco que mis palabras sean creídas ni juzgadas como hechos cien por ciento certeros porque todo lo que habré de escribir fue visto a través de mis ojos, y mis ojos, como los de cualquiera; contemplan la vida a través de un filtro que se ha formado con una porción única y diminuta de infinitas posibilidades de vivencias.

Dicho lo anterior inicio así:

viernes, 18 de febrero de 2011

El anciano cojo

El sucio pavimento de la calle se extiende como una larga vena por donde circulan múltiples vidas, pero en ella; también hay cicatrices que nos cuentan historias de personas que están dejando su vida ahí, personas que mendigan sentados en el mismo lugar todos los días y que, de tanto ser vistos han terminado por desaparecer volviéndose parte de la grisácea banqueta, aún así siguen levantando sus manos pidiendo una moneda pero sus miradas permanecen siempre en el suelo, como aplastadas por el constante peso de todos los pasos que van y vienen.

Frente a una zapatería observo una mancha oscura, como de aceite, pero sé que está formada con el sudor de un anciano, sudor que ha sido absorbido por aquel trozo de lengua asfáltica durante años. Hoy, me resulta extraño no verlo sentado sobre la marca que delimita su vida entera, sin embargo puedo imaginarle a un lado de aquel mugriento gorro, siempre con la pierna doblada para no estorbar, y sus viajas muletas, recargadas entre el muro y la vitrina de la tienda; se me muestran como su única ayuda y sustento.
Pienso que alguna vez este anciano tubo una madre que lo cuido y alimento cuando le dio a luz, que anduvo en dos piernas, que de niño jugó —porque los niños por muy pobres que sean siempre juegan o, al menos imaginan— creo; que tubo la posibilidad de amar, de ser feliz y ganar algo de dinero con la fuerza de su juventud, pero ahora, quizá habrá de termina aquí, parchando la caliente banqueta con su senectud.

Me retiro del lugar pasando por encima de la marca y de pronto, recuerdo una loca teoría del poeta Baudelaire y lo imagino gritando “¡apaleemos a los pobres!” mientras administra unas cuantas patadas al anciano, sonrió con la sonrisa que surgen cuando se ha sofocado una carcajada irónica, luego, veo entusiasmada al mendigo fruncir el entrecejo y tomar una de sus muletas tal vez; como nunca lo ha hecho: con vigor… su mísera actitud ha sido exorcizada a golpes y ahora parece la metáfora de un guerrero herido blandiendo su espada contra las rodillas del enemigo, al fin, el poeta extiende su mano al anciano y le dice: Sólo es el igual de otro, quien lo comprueba, y sólo es digno de la libertad, quien sabe conquistarla. Señor, usted es mi igual, hágame el honor de compartir mi bolsillo.

martes, 15 de febrero de 2011

El leproso

Antes de comenzar, quisiera advertir que lo que a continuación voy a narrar no es ficción, no es, producto de un alucine, sin embargo; tampoco busco que mis palabras sean creídas ni juzgadas como hechos cien por ciento certeros porque todo lo que habré de escribir fue visto a través de mis ojos, y mis ojos, como los de cualquiera; contemplan la vida a través de un filtro que se ha formado con una porción única y diminuta de infinitas posibilidades de vivencias.

Dicho lo anterior inicio así:

Una tarde de invierno mientras caminaba por una de las calles mas transitadas de la ciudad me detuvo la fuerza visual de una escena, cruda cayó frente a mí y su peso rompió cualquier pensamiento que haya estado cruzando por mi mente, fue, como chocar inesperadamente contra un muro… contra la cruel realidad.

A un lado de la entrada de un restaurante muy popular de comida china, había un hombre adulto de piel morena, supongo; no por condición natural sino por largas exposiciones sin tregua bajo el sol, aquella piel me resultó muy tosca y gruesa como la de un animal de carga, tenía un largo cabello negro y sus puntas agrupadas en gruesas marañas me recordaron la mítica cabellera de medusa, en su mirada no encontré nada, no había dolor, ni miedo ni tristeza, eran sus pupilas sólo dos insípidos círculos negros que no mostraban la presencia de alma alguna. El hombre estaba descalzo y llevaba el pantalón enrollado por encima de las rodillas, sus mal olientes piernas y pies estaban cubiertos por costras e infestados por obsesos grandes y frágiles que al menor contacto supuraban el espeso festín de todas aquellas moscas que revoloteaban a su alrededor…. Esto, fue lo que más me impactó pero un empujón del gentío me hizo salir del asombro, y ahí estaba yo, presenciando la existencia de un ser que había perdido gran parte de aquello que nos hace humanos.

Le miraban con curiosidad y quizá asco pero en aquel momento la escena no se levantó como un muro e hizo frenar de golpe el transitar alguien más, la gente entraba y salía del restaurante saboreando una menta o cargando bolsas de comida, en el local de la esquina una señora compraba un gran helado para su hijo regordete, y poco más para allá; un vendedor convencía a un incauto de las múltiples cualidades milagrosas de una pomada para cayos juanetes espinillas infecciones y de más, total, para donde quiera que llevaba mis ojos había gente impulsada al parecer; por el estimulo de la compra y la venta, pero la calle es larga y en su transitar habría de ver mucho más.

Regresé la atención al hombre leproso y vi de pronto frente a él a dos señoras de aspecto amable, entonces, caminé hacia allá para saber qué pasaba, un de ellas llevaba un frasco transparente lleno de un liquido semejante al aceite y lo agitaba con fuerza mientras oraban en voz alta por el enfermo, las gotas de aceite no podían deslizarse por aquella piel purulenta e hinchada y las oraciones no lograron ningún milagro, pero el hombre no pareció decepcionado y permaneció igual que antes; inmóvil, con su mirada inerte clavada en el piso...


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lunes, 20 de diciembre de 2010

SUEÑO 17/dic/10



Ayer soñé que vivía en el norte del norte de un gran país, en una región abundante en dunas de arena junto con un sabio y una joven que, supongo era mi hermana a juzgar por la fuerte conexión interna que sentía hacia ella. El ambiente desolado de aquel lugar me resultaba algo hostil pero nada que no fuera tolerable, sus pocos habitantes desconocían la palabra "piedra" y el sabio les enseño no sólo la palabra sino también su forma y sus funcionalidad para hacer hoyos profundos y exactos en las dunas.
un día el sabio me comunicó que tenía que abandonar la región junto con mi hermana para emprender un viaje rumbo a una lejana isla que, según sus instrucciones y el antiguo mapa; se encontraba en otro continente hacia el norte, al ver la distancia y el barco de engranes oxidados y madera podrida en el que iríamos; supe que pasarían muchos meses para llegar ahí... sentí incertidumbre y un gran temor que nunca exteriorice, procuraba no infundir otra cosa más que seguridad a mi hermana. Yo era una guerrera, por eso el sabio me enviaba, él sabia que yo podría controlar lo que estaba a punto de desatarse en aquel lejano lugar....

viernes, 10 de diciembre de 2010

LEO

Leo. Así debe llamarse porque afuera de su pequeño local de puertita amarilla y fachada rojo indio, hay un anuncio que dice: cortes leo.

Hoy abrí el internet menos tarde de lo normal y mientras aventaba a la calle los restantes de polvo de un simulacro de aseo; lo vi barrer muy “injundioso” su banqueta, ya le había visto hacer lo mismo antes pero, esta vez; quizá por mi estado de ánimo me centre en él…

De pronto la campana de la basura me hiso correr al baño y sacar las bolsas acumuladas por mi ensimismamiento en la red. Otorgarle los sentidos a una maquina o dejar que ella se vuelva una extensión de ellos es algo no deja de sorprenderme, casi nunca escucho aquella campana.

Los hombres que van levantando la basura son tipos grotescos en muchos sentidos, cosa que se hace más evidente cuando Leo se acerca al recolector con la camisa fajada a su delgada cintura y su pantalón libre de arrugas que desemboca sobre unos viejos pero bien boleados zapatos de vestir, sosteniendo; en cada una de sus blancas y cuidadas manos una bolsa. Los tipos de la basura le miran extrañados mientras arroja las bolsas al contenedor del camión y al fin, alguien escupe un insulto. Leo da vuelta rumbo a la estética, su rostro se devela ante mí como algo asombroso aunque sólo es un hombre de nariz fina, maquillaje y brillo de labios. Entonces es inevitable pasar frente a su local sin asomarme, lo miro viéndose al espejo ajustando algunos detalles de su cara con el meñique. En la estética hay poca luz aun y cuando hay dos grandes espejos que la intensifican, las paredes están bordeadas por un sillón y unas cuantas sillas, al fondo; hay algunas camisas colgadas sobre algo similar a un closet portátil y, coronando el centro como una cereza; una mesita roja. No sé, pero al observar aquella escena pensé en dos cosas: soledad y aceptación, y mientras cruzaba la calle rumbo al inter crecía mi admiración por Leo, que tiene las agallas para tomar la vida por un ángulo irregular, y hay va, recorriéndola a diario con su fina nariz en alto, quizá solo, quizá no, pero con su mayúscula aceptación se posee a si mismo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

comienza la desintoxicación

La noche de ayer comencé un proceso más de desintoxicación: Llegué a casa con las piernas entumidas, abrí la puerta; no había nadie, el frío entró junto conmigo o debió haberse adherido a mí porque no se fue ni aún después de acurrucarme en la cama.
Unos días atrás, por accidente; rompí un espejo, conservé el pedazo más grande y lo acomodé recargado a la pared en un estante, justo a la altura de mi rostro pero… mejor habría sido deshacerme por completo de él como me lo sugirió la suerte al hacerlo trizas, porque cuando encendí la luz y me vi reflejado sentí en mi fuero interno un odio inmenso que estaba a punto de salir disparado, apreté los dientes intentando sofocarlo, la sangre me inflamó la cabeza y botó algunas venas, los rojizos ojos se expandían dentro su órbita y toda aquella presión; retumbaba en mis oídos como el lamento grave de alguna bestia. Jamás me había visto tan feo y repulsivo, y aunque yo mismo me pedí compasión; cerré los puños para golpear mi cuerpo, luego corté mi cabello lo más corto que pude y dejé que el peso de ésta vida me oprimiera, en ese momento yo sólo era polvo turbado por el viento.

lunes, 5 de octubre de 2009

EL TRAGAS



Era de madrugada, la ciudad estaba envuelta bajo un caluroso vaho que despertaba los olores de las alcantarillas y abría los poros de la piel haciéndolos segregar abundante sudor.

En un cuartillo mal oliente y de paredes sucias dormía un hombre al que se le conocía por el apodo de "el tragas". El tragas era víctima constante de las resecas y pesadillas, así que, hasta cierto punto; ya estaba acostumbrado a ellas, sin embargo nunca estuvo preparado para afrontar a la peor de todas sus pesadillas, y lo horrible no fue el contenido de ésta, sino el nivel tan alto de realidad que alcanzó.

He aquí su pesadilla:

un tumulto de personas desnudas se desplazaban como cuatrupedos sobre el caliente pavimento dejando un rastro de sangre, aquellos desgraciados eran victimas de un par de zanqueros que los conducían hacia un barranco azotándolos arbitrariamente. Él miraba todo aquello oculto tras unos matorrales pero uno de los verdugos al descubrirlo lo golpeaba hasta dejarlo casi inconsciente, luego; el otro le flameaba la cara y le obligaba a beber gasolina hasta que...

...Por fin pudo despertar.

una bocanada de aire se le escapó, y emergiendo de aquel mundo con impulso; se incorporó, la saliva le supo amarga, abundante sudor se deslizaba por su rostro y al limpiarlo con sus temblorosas manos; un escalofriante temblor le recorrió todo el cuerpo al sentir la piel chamuscada.

Se levantó de la cama torpemente, encendió la luz y buscó entre marañas de objetos un espejo. Al mirarse se repitió que todo era un sueño, pero lo cierto era que su rostro sí tenía pequeñas quemaduras y nadie le creería.

Éste hombre no tenía familia pero sí un amigo, el cual; vivía en la misma vecindad que él, apenas había concebido el sueño cuando alguien tocó desesperadamente a su puerta, se levantó y abrió enfadado pero, cuando escuchó aquella narración de los zanqueros diabólico y el argumento de las quemaduras; no pudo hacer otra cosa más que reír. Por un momento el tragas se desconcertó ante aquella reacción, pero luego; también estalló en carcajadas, así ambos rieron dándose palmadas en la espalda y con estrépito hasta abrazarse el abdomen de dolor, luego se despidieron sin darse explicaciones y cada cual regresó a su cochitril.


El tragas fue directo a abrir una mochila vieja, sacó un frasco marrón y se tomó la última pastilla que le quedaba. Hacía rendir el medicamento lo doble disminuyendo la dosis o tomándola cada tercer día pues su precio le resultaba muy elevado. Esas pastillas tenían una semana allí, las estaba guardando para cuando su estado empeorara y fueran más necesarias. Aquella noche no pudo dormir, sólo pensaba en lo rapido que su enfermedad avanzaba y en su incapacidad económica para controlarla.
Al día siguiente el tragas salió a trabajar justo a las 6pm, pero aquella vez se detuvo a reflexionar un buen rato en la esquina de su trabajo. El futuro le asustaba, sabía que cuando la amnesia consumiera por completo su identidad; terminaría como un loco indigente y no quería llegar a esos extremos, entonces, la muerte le resultó más tentadora que nunca, así el dilema surgió en su cabeza, debía darse muerte o ganarse la vida, al fin tomó una decisión y se plantó en medio de la carretera, tomó un trago de gasolina y arrojó una gran bocanada de fuego...


http://farm2.static.flickr.com/1376/1357607669_05ee3bacab.jpg?v=0

Un cuento llamdo Martina

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martes, 29 de septiembre de 2009

LA MUSA DEL CAFÉ

Aquella noche a diferencia de otras, el insomnio y el silencio me deseperaron, aquella noche las historias no llegaron y las letras sólo ensuciaban la blancura de la hoja. Quise disipar la ansiedad con un cigarrillo, pero no hallé más que una cajetilla bacía dentro de los bolsillos de mi viejo abrigo. Maldije.
Comprendí al instante que dentro de ésta ausencia, enclaustrado, apartado de otro cuerpo; no encontraría nada valioso. Entonces, la soledad incitó mis manos a abandonar las amarillentas teclas de la maquina de escribir para aventurarme en la búsqueda de algo suave, tibio y vivo.

El reloj marcaba la 11pm, afortunadamente ya había dejado de llover. Descolgué mi sombrero del perchero y deando la frustración tras la puerta; me interné en la silenciosa calle. Estube andando sobre los adoquines mojados hasta encontrar un lugar agradable donde pude descansar mi agitado pensamiento, llegando así al el café "lazuly" para escribir la siguiente historia:

Sentada en la barra con un vaporoso café entre las manos había una mujer joven, pareía encontrarse ausente de todo lo que sucedía a su alrededor: el bullicio de las risas y salutes, el choque de la cristaleria, la campana de la entrada, el tango que ambientaba y de mi mirada, mi mirada que comensaba a desearla...

hubo un momento que el impulso me arrojó a su lado para cortejarla, pero estando a sólo un paso de ella; la inseguridad me tomó de la mano conduciéndome discretamente al baño, y estando frente al espejo con la moral en los pies; me supe cobarde. Desee entonces, como nunca, castigarme con exceso de nicotina y alcohol.

Cubrí mis ojos bajo el ala del sombrero, y al dejar mi improvisado escondite me di cuenta que ella ya se había marchado. Lentamente camine hacia la barra para sentarme en el mismo lugar que unos segundos atrás ocupaba ella. Suspire... su aroma aún flotaba en el éter haciéndome fantasear. imaginaba su cuerpo desnudo, tibio, fragante junto al mío, y confome pasaba el tiempo; el deseo se acrecentaba en mí a cda trago de whiskey, a cada voluptuosa forma que sucaba mi mente y la hacía palpitar, sin embargo; en lo más profundo de mi corazón sentía lastima por mí, porque sabía que jamás sería merecedor del amor sincero de una mujer así.

Recuerdo que cuando avandone el café "Lazuly" aquella madrugada de 1935; soplaba el viento helado arrastrando los sonidos de un triste violín, a lo lejos; se escuchaban los perros aullando y los últimos bullicios que exhalaba alguna farra, mire a mi al rededor, vi un grupo de gatos hurgando entre la basura de la vieja plaza, aquella misma que me había visto crecer, y justo en ese momento me sentí tan solo como no creí posible.

Sabía perfectamente a donde tenía que ir para calmar la soledad...


El camino al burdel me incitaba a seguirlo y así lo hice, casi podía escuchar el llamdo de alguna "musa" que me esperaba en la cama dispuesta a darme sus caricias rodeada de delicados encajes y trasnparencias.


He de ser sincero y decir que ya extrañaba el ambiente de aquel lugar: la música que acompañaba el libre bamboleo de estrogenicas curbas, la espontánea risa femenina, la concentración de mil aromas que evaporaban los cuerpos calientes, el humo del cigarro mezclándose en el arie sensuales palabras, la contracción de un vientre, el profundo sabor de una mujer y el saberme junto a su cuerpo.

En esa ocasión me dio lo mismo si el cuerpo era oscuro o claro, delgado o no, por eso pedí la "habitación sorpresa", y al abrir la puerta no pude contener la sonrisa, pues la misma mujer que me hizo fantasear y despertó en mí aquel sentimiento tan cruel de auto-lastima; ahora estaba semidesnuda, sentada en un lujoso sillón rojizo que armonizaba con sus labios esperando mis caricias y, nada más...

FINAL ALTERNATIVO:

La iluminación de una vieja lámpara realzaba los volúmenes de su cuerpo, aflojé mi corbata y me acerque lentamente a ella con cierta reverencia, tal y como lo hice unas horas atrás en el café para ocupar su lugar. Afuera se escuchaba un delicioso blues que me incitó a levantarla para encajarme en ella, la sujeté de la caderas dirigiendo su vaivén, cerré los ojos e imaginé como me sumergía en cada uno de los huecos de su ser.

Intentaba retener en mi memoria aquel perfume para continuar fantaseando. Más finalmente la auto-lastima regresó a mí y la soledad me encontró de nuevo, derrumbado sobre la barra, justo cuando fue hora de cerrar y correr al último borracho del lugar.



miércoles, 23 de septiembre de 2009

"EL TACONEO"

Pienso que el amor es una enfermedad y, lo cierto es que hace mucho tiempo no sentía esa enfermedad con tanta potencia. La primera vez que me atacó así; usaba pantalones cortos, andaba en bici y jugaba a las canicas, sí; a esa edad me volví un completo inútil, no podía y ni quería hacer otra cosa que pensar en Lucia. Esa mujercita me enfermó a tal grado que incluso ahora, casi diez años después, me hace suspirar hondamente, sobre todo; cuando recuerdo la tarde lluviosa que volvió transparente su blusa y encendió los botones de sus blandas formas. Y aunque nunca fuimos novios, ella sin saberlo me lo dio todo de las maneras más exquisitas que pude fantasear.

Ahora al evocar esto me siento patético porque ya uso sombrero y en mi rostro el vello se ha extendido, y sin embargo; aún sigo amando de la misma manera púbera y anónima.

Ésta vez ni siquiera conozco su nombre, sólo sé que cada tercer día pasa por aquí a media noche bamboleando las caderas e irrumpiendo el silencio de la calle con cada paso. Su taconeo despierta en mí una enfermiza curiosidad que ha terminado por apoderarse de mi mente. Me pregunto: "¿A dónde se dirigen aquellas piernas a media noche?" he hecho algunas suposiciones, pienso que tal vez van al encuentro de las caricias de un amante, o rumbo al trabajo en el burdel, o quizá se trate del eco de una vida pasada, quien sabe... El hecho es que suponer ya no me basta, ¡Necesito saber la verdad!

Hoy he decidido seguirla, enciendo un cigarrillo y la espero recargado en un farol de la vieja plazoleta, me entretengo mirando el humo que exhalo hasta que atraviesa la amarillenta luz y se mezcla en la noche. Tal vez aparente tranquilidad, pero lo cierto es que nunca he estado tan nervioso como ahora.

Ojala y esto que fumo
fuera opio y no tabaco...

Me sumerjo en los sonidos de la noche como quien cierra los ojos y se dispone a escuchar una sinfonía. Yo escucho el cantar de los grillos, el agua de la fuente, el viento removiendo la hojarasca, una débil música que seguramente proviene del cercano burdel y, finalmente percibo aquello por lo cual estoy aquí: el cóncavo sonido del encuentro de los fríos adoquines y las tapas de unos tacones.

Por un momento pienso en regresar al edificio, refugiarme en mi desorganizada habitación y abrir la botella de whiskey reservada par aliviar problemas emocionales pero, no puedo, hay algo más fuerte que me impulsa a permanecer.

La miro pasar muy despreocupada frente a mí; como si fuera inmune a los peligros de estas horas. Permanezco inmóvil, como hipnotizado por la resonancia que hace su andar sobre sus blandas formas, inspiro sus perfume que se oscila entre el otoñal ambiente, observo sus zapatillas... no tienen nada de especial: color rojo, tacón delgado, punta ovalada. Doy un paso mas arriba con la mirada: lleva una falda ajustada que evidencia el borde de su ligero, su cintura es pequeña, tal vez; a fuerza de apretar la cinta de docenas de corsés desde su adolescencia.

Me creo afortunado, jamás había visto tanto derroche de belleza, pues aquí; sólo mis ojos la contemplan. Lo único que desentona en ella es un sombrero de vestir según la usanza de los caballeros, además su sombra me ha impedido mirar más arriba de aquellos rojizos labios. La curiosidad no sacia sino que crece junto con mis obseciones asfixiando mi voluntad a tirones de impulsos.

La miro dar vuelta en el callejón que conduce hacía el burdel, sonrio, dejo que la emoción se me agolpe en el pecho, "se trata de una prostituta, ésto y mi cartera facilitaran mucho las cosas" pienso.

La sigo a distancia pero sin ocultarme, a cada paso que doy siento co
mo me involucro en aquel mundo impúdico. La luz roja está encendida, la música resuena en las altas paredes, rostros sudados y satisfechos salen mientras que los anciosos como el mío y el de ella entran.

Sin perder tiempo me sumerjo en aquel espacio de cuerpos calientes y me dirijo con la encargada para solicitarle a la chica del sombrero. La madame ríe ruidosamente y me contesta: "caballero, lo que usted me pide es imposible porque ella no trabaja aquí, no es prostituta ni bailarina"

¡Demonios! Esto no lo esperaba, siento en mi estomago como si fuera de bajada en la montaña rusa.


-¿Entonces que hace aquí? -me animo a preguntar aún y cuando intuyo la decepcionante respuesta-

La encargada parece estar muy divertida con esta bochornosa situación mía, echa una mirada a su alrededor, inclina la cabeza y esbozando una picara sonrisa dice: "pues, lo mismo que usted, ya sabe... sexo comprado !supongo!".

REVISTA "ARTE ANÓNIMO



Éste proyecto fue uno de los que más tiempo, trabajo y sapiensa me ha costado y tal vez; el menos remunerado, sin embargo; "arte anónimo" también ha sido un proyecto lleno de experiencias y aprendizajes invaluables.
Ésta es la primera edición grafica que hago de una revista y creo que el resultado fue bueno. quise romper con el formato estático y monótono que la mayoría de las revistas culturales de la localidad tiene, por ello maquine una personalidad y una atmosfera visual para cada sección, el reto: dinamismo y variedad sin perder la uniformidad. La revista está pensada para los jóvenes universitarios, no sólo para que la lean; sino también para que participen en su edición con algún artículo, cuento, poesía, fotografía etc. etc.
Bueno ya no tiro más rollo y a continuación dejo una probadita de "arte anónimo" y de pasada elprimer artículo de mi sección "laboratorio de arte"







domingo, 30 de agosto de 2009

CARTELES PARA LA U.T.I.M

carteles hechos para Unidad de transparencia y acceso a la Información en Durango

bien sé que los carteles deben de tener un lenguaje visual atractivo y súper digerible, los elementos han de ser pocos y claros, sin embargo en éste trabajo me he animado a aplicar algo de ilustración en la sintaxis de ambos carteles, y aunque hay más detalles de los "convenientes" creo que el resultado fue favorable y el mensaje se puede captar rápidamente.


sábado, 30 de mayo de 2009

miércoles, 13 de mayo de 2009