martes, 15 de febrero de 2011

El leproso

Antes de comenzar, quisiera advertir que lo que a continuación voy a narrar no es ficción, no es, producto de un alucine, sin embargo; tampoco busco que mis palabras sean creídas ni juzgadas como hechos cien por ciento certeros porque todo lo que habré de escribir fue visto a través de mis ojos, y mis ojos, como los de cualquiera; contemplan la vida a través de un filtro que se ha formado con una porción única y diminuta de infinitas posibilidades de vivencias.

Dicho lo anterior inicio así:

Una tarde de invierno mientras caminaba por una de las calles mas transitadas de la ciudad me detuvo la fuerza visual de una escena, cruda cayó frente a mí y su peso rompió cualquier pensamiento que haya estado cruzando por mi mente, fue, como chocar inesperadamente contra un muro… contra la cruel realidad.

A un lado de la entrada de un restaurante muy popular de comida china, había un hombre adulto de piel morena, supongo; no por condición natural sino por largas exposiciones sin tregua bajo el sol, aquella piel me resultó muy tosca y gruesa como la de un animal de carga, tenía un largo cabello negro y sus puntas agrupadas en gruesas marañas me recordaron la mítica cabellera de medusa, en su mirada no encontré nada, no había dolor, ni miedo ni tristeza, eran sus pupilas sólo dos insípidos círculos negros que no mostraban la presencia de alma alguna. El hombre estaba descalzo y llevaba el pantalón enrollado por encima de las rodillas, sus mal olientes piernas y pies estaban cubiertos por costras e infestados por obsesos grandes y frágiles que al menor contacto supuraban el espeso festín de todas aquellas moscas que revoloteaban a su alrededor…. Esto, fue lo que más me impactó pero un empujón del gentío me hizo salir del asombro, y ahí estaba yo, presenciando la existencia de un ser que había perdido gran parte de aquello que nos hace humanos.

Le miraban con curiosidad y quizá asco pero en aquel momento la escena no se levantó como un muro e hizo frenar de golpe el transitar alguien más, la gente entraba y salía del restaurante saboreando una menta o cargando bolsas de comida, en el local de la esquina una señora compraba un gran helado para su hijo regordete, y poco más para allá; un vendedor convencía a un incauto de las múltiples cualidades milagrosas de una pomada para cayos juanetes espinillas infecciones y de más, total, para donde quiera que llevaba mis ojos había gente impulsada al parecer; por el estimulo de la compra y la venta, pero la calle es larga y en su transitar habría de ver mucho más.

Regresé la atención al hombre leproso y vi de pronto frente a él a dos señoras de aspecto amable, entonces, caminé hacia allá para saber qué pasaba, un de ellas llevaba un frasco transparente lleno de un liquido semejante al aceite y lo agitaba con fuerza mientras oraban en voz alta por el enfermo, las gotas de aceite no podían deslizarse por aquella piel purulenta e hinchada y las oraciones no lograron ningún milagro, pero el hombre no pareció decepcionado y permaneció igual que antes; inmóvil, con su mirada inerte clavada en el piso...


Ver mapa más grande

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así como a ti te impactó este ser, que sin duda aún sigue siendo un ser, a mi no deja de sorprenderme como la gran mayoría de las personas permanece o permanecemos indiferentes a escenas como esta, a todo lo que es distinto a nosotros, todo lo damos por hecho y si alguien como este leproso se nos cruza en el camino tan solo lo esquivamos y seguimos como si nada...

¿Que habrá sido de su vida? ¿Siempre ha vivido así? ¿Alguna vez tuvo un hogar y se bañaba con regularidad? ¿Que pasa por su mente? ¿Ha hecho daño a alguien? ¿Ha sido amado alguna vez?

Espero nos sigas deleitando con tus letras, escritas también las disfruto. Sigue escribiendo...


Por cierto, deberías activar la opción para poder compartir en facebook y twitter tus entradas.